viernes, 20 de diciembre de 2013

Nada por aquí - Mi primer truco de magia

A continuación voy a actuar en contra de la ley dorada de la magia aunque se me venga el mismo Lord Voldemort encima, con su varita afilada y sin su nariz, y voy a revelar el secreto de un truco muy, muy bueno, con el fin de que quien lo lea, se anime y sea la sensación en almuerzos familiares, primeras comuniones y velorios (es que se ven unas cosas que…).
Pero primero una introducción de por qué llegué a esto.
¿A alguien le ha llegado un regalo con una estampilla de La Tierra del Nunca Jamás? Pues creo que esa fue la primera sorpresa que tuve esta navidad, mi primer regalo llegó desde allá y el mensajero no podía ser otro que un hada... sip, mi hada madrina aunque parezca increíble.
Nada más abrirlo y la primera palabra que apareció fue "Magic" o como decimos en lenguaje humano: Magia. Era una caja de magia pero no voy a decir el fabricante para no hacer publicidad al gratín (y yes!) pero sí puedo decir que de una vez me dejó encantado. Me lo regaló una persona muy especial y además muy conocedora de mis gustos y de este en particular que me hace volver a mis tiempos de lonchera. Es un gusto que me recuerda la increíble capacidad de asombrarme que tengo, que me hace dejar de lado mi traje de lógica, saco y corbata y me viste con la capa de la imaginación en busca de las sorpresas más simples y las sonrisas que se quedan guardadas por miedo o vergüenza... aunque vergüenza, vergüenza cosa que uno diga vergüenza no es algo de lo que sufra mucho yo, pero bueno.

Es una caja con unos trucos tan sencillos que resulta ilógico que la audiencia se los crea. Tan sencillos que el más lector, estudiado, maduro y serio de los espectadores suelta al menos una ceja fruncida o una respiración más fuerte. Tan sencillos que hasta yo pude con algunos de ellos y con eso digo todo.
En ese principio se basa la magia de este regalo, en la sencillez y simpleza que pide la ejecución, sin olvidar la práctica, responsabilidad y cuidado con el que se tienen que realizar, por eso se le da más importancia a la labor, a los movimientos y al lenguaje del mago (¿?) que al truco en sí, es decir, 90% del éxito del acto depende de la credibilidad que inspire el ejecutor y el otro 10% se le deja a, obviamente, los polvitos mágicos, peeeero esos son más fáciles de conseguir.
Bueno, ahora sí el truco. Sin contar las monedas sacadas de las orejas, el lápiz perdido en la manga del saco o la desaparición del sueldo en sólo dos días, este es el resultado de mi primera incursión exitosa en este mundo y del cual ninguno de mis espectadores ha logrado adivinar. Por si acaso, no hay trucos de cámaras.

Tampoco es que sea muy diestro en la publicación y "musicalización" de vídeos

Y ahora el tan prometido secreto. ¡Mucha atención! Lo primero es conseguir 6 cartas así: 4 aces, 1 rey y una carta completamente blanca. Valen de cualquier tipo de baraja. Los movimientos son tal cual los ven en mi artesanal vídeo así que no voy a ahondar mucho en eso, pero el chasquido es lo principal; primero hay que mojarse las puntas de los dedos en un menjurje de agua salada, sangre de ala de murciélago, 2 gramos de caspa de rana y 30cc de sudor de taxista; esto último es lo más difícil de conseguir porque por lo general a ninguno le sirve una carrera para el sitio de extracción y finalmente como que no les gusta mucho la idea. Se revuelve, azúcar al gusto, se encomienda a San Patricio de la Circuncisión y listo, eso es todo, con los movimientos correctos las cartas cambian como por arte de magia.
Ya había dicho que era sencillo, pero seguro no esperaban que tanto así. Sin embargo, si no hay ánimo o tiempo para conseguir los ingredientes, la invitación es a que, cuando tengan en frente un personaje que promete quitarles los conejos (o las patas de gallina) a las chicas y desaparecerlos en un sombrero, o partir a algún político u otro problema en dos, o incluso hasta cambiar la figura de las cartas con un chasquido, se relajen, se disfrute del acto, se abra la imaginación y no se busquen explicaciones, así se goza más; tal vez así hasta se den cuenta de la verdad, tal vez así se den cuenta que todo es completamente ... real.

Nota: para quien quiera ver algo un poquito más serio de este tema Pastomagic tiene un blog muy bueno. Y esta entrada puede dar una buena idea para hacer feliz a otro niño en navidad.


viernes, 29 de noviembre de 2013

Aprendiendo a rodar - Mi primera bici


Desde mi coche de bebé, la moto de mi papá, unos patines, chivas rumberas, una patineta y hasta el carro que hoy día conseguí, todos ellos me dejaron los mejores recuerdos y, obviamente, un golpecito, una cicatriz o mi nariz respingada forzosamente que no me deja olvidarlos. Sin embargo esa atención y cariño que recibía en mi humilde cochecito, la adrenalina que me producía esa moto inmensa de 150 centimetrotes cúbicos, la practicidad de los patines, la diversión que se encuentra en una chiva rumbera (y ... confiésome, una vez tuve una hidratación similar en las cantidades responsablemente justas) o la comodidad de mi tremendo e incomparable Corsa, todo eso junto sólo lo he podido encontrar en la bicicleta.

Si mi memoria no me traiciona de nuevo, eran casi los 90's (¡juemadre! mucho tiempo) cuando recibí mi primera bicicleta propia. Como era de esperarse, para mi edad en ese entonces, mis papás no podían exagerar mucho en la talla de la bici y me consiguieron una normalita, no muy alta. Tal vez era más bien pequeña. No, en realidad muy pequeña. Claro que en la actualidad y ya tan grande como soy, han cambiado mucho las cosas y ahora ya uso bicis tamaño... bogotano promedio. Digamos que dentro de mis expectativas nunca ha estado el estar muy lejos del suelo así que concluyamos que mis bicis han sido de una altura ideal para mí y con eso cierro este incómodo tema del tamaño. He dicho.

Negrita, chiquita y pesada como ella sola, así era mi bici. Pero la característica principal era la tremenda tecnología que tenían las llantas. Eran de pasta, una pasta durísima, la última maravilla. "Sólo se pinchaban con espinas extremadamente grandes" o eso le decía a mis amigos presumiendo un poquillo. Obvio, eso sólo la hacía más pesada, más difícil de maniobrar, les otorgaba una capacidad pro-deslizante buenísima cero fricción y lo mejor: sin frenos para que pudiera ir más rápido, cosa que se vio reflejada a lo largo del tiempo en mis manos y rodillas. Pero bueno, desde allí aprendí a caer y dependiendo del caso, a modular el volumen de mi llanto voz, por si estaba muy lejos mi santa madre. Es que si no estaba, ni para qué lloraba.

Ir más rápido que otros y más lejos que la mayoría siempre ha sido un reto interno conmigo mismo, y mi bici "ligth" me ofrecía la posibilidad de hacerlo. Sólo había que pedalear y disponerse a recibir el aire en la cara gracias a toda la velocidad que se pudiera alcanzar en el patio de mi casa. Pero ese patio era infinito; y si conseguía dar la vuelta sin bajar los piés a la tierra lograba hacerlo doblemente infinito; y si conseguía repetirlo en la siguiente esquina, la infinita en este caso era la alegría ... claro, todo hasta que me sobrepasaba alguno de mis hermanos mayores con llantas más grandes, sin las manos en el manubrio y obviamente sin rueditas auxiliares. Qué tristeza me daba lo relativo de lo infinito.

A mi bici se le podían amarrar cuerdas para arrastrar toda clase de muñecos, se le podían adaptar pitos, alas, armas y espejos de madera, turbinas, parrillas, alforjas, canastas, pasajeros de peluche, remolques de carga y, si después de eso lograba hacerla rodar, era el recorrido de 5 metros más duro, placentero y emocionante que podía soñar. Nunca me faltó nada, todos los momentos "a bordo" de mi bici eran los mejores.

Con el paso de los años, volviéndome si no más grande, sí mayor, mi humilde cola se fue sentando en todo tipo de sillines de otras bicis que tristemente por una razón u otra, he tenido que dejar atrás. Esa negrita chiquita la regalamos después de que se "pinchó", obviamente con una espina muy grande y puntiaguda; una monareta que me había sobrepasado velozmente en el patio meses atrás y que también regalamos; una "cross" amarilla que nos llevó a mí y a cada uno de mis hermanos, incluso a hacer domicilios y que nos robaron del frente de la casa; la "turismera" azul de mis papás que cargaba desde bultos de papa hasta a mí y a mis hermanos (¡al tiempo!) desde el jardín infantil hasta la escuela... esa creo que la vendimos; mi bici todoterreno aguamarina con "cachitos" en el manubrio que de nuevo me robaron; la blanca buenísima que me prestó uno de mis hermanos para recorrer media Colombia y que ... si, también me la robaron ¡Dios mío, qué retrospectiva tan cruel! Así, luego de un periodo de tiempo con bicis prestadas para viajar, ir a la U, hacer mandados, "dominguear" entre otros planes, compré mi bici plegable que, ahora que lo pienso bien, es extraño que me haya durado tanto. Esa es la de ahorita, esa es la que me lleva, me trae, aguanta mis caminos mojados o secos; la que me llena de satisfacción cuando me lleva por el medio del trancón y más allá; la que extraño cuando voy manejando mi tremendo e incomparable Corsa; la que me ha salvado de llegar tarde a reuniones; la que me ayuda a llegar con aire en la camiseta a la oficina y me espera pacientemente toda la jornada para tranquilizarme, relajarme y divertirme en el camino de regreso. La que me recuerda que me debo cuidar, que debo respirar, que debo estar pendiente de todo, la que me da libertad, la que salta, la que es más rápida que otras miles que sobrepaso en la cicloruta... Nada como mi bici.

No tengo fotos de mi bici negrita, pero este
tractorcito se le parece, sobre todo en las llantas.

Claramente no puedo decir que he probado todos los medios de transporte que ruedan, aún me falta la limosina que me quedaron debiendo en mis 15's, un monociclo, balineras, silla de ruedas (peeero, ese no lo espero mucho) entre otros. Sin embargo, con toda seguridad y con la sonrisa más grande sí que puedo decir que desde que tuve la oportunidad de dar el primer pedalazo en esa bici negrita que me llevó a todos los lugares que mi imaginación de niño me pedía sin quejarse, que he montado y disfrutado del único medio de transporte que sin importar su tamaño, forma o color usa sus ruedas para llevar a su dueño al lugar que desee ...

¡La única que usa sus ruedas para volar!